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sábado, 12 de noviembre de 2011

#16.- El Sol, se me olvidaba.

"Los ordenadores son inútiles. Sólo pueden darte respuestas."
Pablo Picasso.

Antes miraba el sol, por proyección con un refractor que ya no tengo, o con mi filtro solar para el pequeño Meade ETX90. Hacía dibujos de las manchas, anotaba los grupos, observaba su evolución, la rotación, en fin, lo mismo que cualquiera que haya hecho sus pinitos con la observación solar, sin llegar muy lejos tampoco. Más tarde, Internet empezó a ponerme al alcance los mismos resultados de manera más cómoda, más clara y en la hora y lugar que yo quisiera. Si comparaba mis dibujos y notas con los que veía en la pantalla se me quitaban las ganas de seguir con la visión directa. Prefería la del ordenador.

El resultado fue que dejé de observar el sol. Para qué. Tengo en mi iPod una aplicación que me manda cada día lo que está pasando. Además, por donde quiera hay información e imágenes de sobra. Los satélites están logrando ver el sol como nunca antes: 


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Han pasado dos días desde que estuve escribiendo las líneas de arriba hasta que lo hago ahora. Mi propósito entonces era concluir que la tecnología junto con la accesibilidad de Internet, esta vez sí, había matado la observación solar por astrónomos aficionados. Lo cierto es que me costaba terminar de ese modo. Y lo guardé sin publicar después de insertarle el vídeo del satélite SDO.

Hoy he puesto de nuevo el filtro al ETX y he pasado diez minutitos aprovechando las salidas del sol entre las nubes. Me he alegrado de caer en la cuenta de que estaba equivocado.

Mi argumento era que los aficionados descubren cometas, estrellas dobles, variables nuevas, novas y supernovas, NEOS, yo qué sé, colaboran con sus datos, se mueven en una zona difusa, la que llaman de colaboración Pro-Am, disfrutan de un terreno no explorado por los profesionales, precisamente porque sus tremendos equipos no pueden permitirse el tiempo de observación necesario para estas actividades. Pero cuando el objeto es el Sol, los observatorios solares, en tierra y en órbita sobre todo, no dejan un resquicio al aficionado. Cualquier cosa que quieras hacer, lo harán estos aparatos mejor, y seguro que lo están haciendo.

Bien, pues hoy, sentado, con el ojo en el ocular, viendo el sol con el pequeño tubo y el filtro me dí cuenta de que hacer del sol tu paisaje es disfrutable, gratuíto, y una de las cosas más sencillas del mundo, y por mucho observatorio ultra tecnológico que haya, esa experiencia sigue siendo tan interesante como era antes de tener en Internet las imágenes de los satélites contínuamente dedicados. Basta un equipo muy sencillo y no sirven los observatorios en órbita.

Ahora tenía por delante dos cosas que podía hacer. Ninguna me gustaba del todo pero había que elegir una. Podía borrar lo anterior, que aún no había sido publicado. Así podría conseguir que mi equivocación nunca hubiese sucedido. O también podía cambiar el argumento, y seguir hasta terminar esta entrada. Lo malo es que se enterará todo el mundo, de que lo que quería decir, y supongo que incluso con intención de convencer a alguien, era una idea equivocada, y por poco cuento algo que definitivamente, ni es verdad, ni creo que lo sea nunca.

Ya he dicho antes que hace mucho que mis oculares no salen de sus cajitas. Y reconozco mi obsesión (bueno, sin exagerar, mi afición) a registrar y medir. Eso hace que en mi montura el telescopio esté siempre tapado por la cámara, lo mismo para el tubo guía, y solo queda el pequeño buscador, para sincronizar la montura un momento y el resto, nada.

Quizás acabe cambiando un poquito la costumbre. No lo sé, pero al menos me acabo de caer del guindo. Ya estoy de pié. No ha dolido nada.

Realmente la tecnología nos pone por delante imágenes para quedarse con la boca abierta. Y desde puntos de vista donde no nos podremos desplazar jamás. Ya podemos tener imágenes simultáneas de la esfera casi completa del sol. Pero la conclusión correcta es que eso no quita ningún valor a la experiencia de ver con los propios ojos. Cuando lo estás viendo estás ahí, y estás de otra forma distinta a cuando estás viendo lo mismo pero con los ojos del satélite y proyectado en el PC, en el móvil o la tableta. No es lo mismo verlo en persona, a que te lo cuenten con fotos.

A cualquier astrónomo aficionado le pasa, cuando ve la galería del telescopio espacial Hubble por poner un ejemplo, con esos espectáculos de cielo profundo de mil colores y con detalles de alta resolución, que no por eso se plantea dejar de apuntar su telescopio al mismo objeto sabiendo de sobra que lo que va a ver se parecerá poco a las imágenes que antes ha visto en su pantalla.

Y no sucede solo en este caso. Ahora se me ocurre un ejemplo de una situación bastante parecida. Seguramente que hay más pero no me hacen ninguna falta. Aquí hay un espectáculo de paisajes. Recomiendo verlo, porque podemos ver territorios parecidos o iguales, pero no como se presentan aquí:


Landscapes: Volume One from Dustin Farrell on Vimeo.

Lo anterior tiene una segunda parte. Pero, despues de ver escenas así, ¿dejamos de salir al campo, al mar, a la montaña o al paisaje que tengamos más cerca de casa? Ni contesto. Ahora mismo estoy (un poquito) mosqueado. Por no haber caído antes en una cosa tan simple. Y por haber decidido ponerlo aqui y no borrarlo. No durará mucho el enfado. A vosotros lo mejor. Y hasta la próxima.


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